Christine, la niña que murió de miedo
Los sinsentidos de la guerra se expresan de manera espantosa siempre. Y en esta guerra, en la que David se ha convertido en Goliath, la imagen que más nos golpea es la que día a día engrosa la lista de los centenares de niños que mueren en la Franja de Gaza.
Hace algunos días el mundo se enteró de la historia de Christine, la niña palestina que murió de un paro cardíaco causado por el stress traumático ocasionado por el infernal sonido de un bombardeo israelí sobre su pueblo.
La noticia conmovió a todos. Y el Rafa, pensando en que la Franja de Gaza es en extensión igual que la distancia que separa a su pueblo del pueblo vecino, se sentó a escribir el texto con el cual realice este video para mi canal de youtube http://www.youtube.com/user/tonicrear, en el linck de abajo te podes descargar la versión radiofónica de Efecto Tábano
Hace algunos días el mundo se enteró de la historia de Christine, la niña palestina que murió de un paro cardíaco causado por el stress traumático ocasionado por el infernal sonido de un bombardeo israelí sobre su pueblo.
La noticia conmovió a todos. Y el Rafa, pensando en que la Franja de Gaza es en extensión igual que la distancia que separa a su pueblo del pueblo vecino, se sentó a escribir el texto con el cual realice este video para mi canal de youtube http://www.youtube.com/user/tonicrear, en el linck de abajo te podes descargar la versión radiofónica de Efecto Tábano
http://www.efectotabano.com.ar/CHRISTINE?var_recherche=Rafael%20Urretabizkaya
Christine
Pensar que la Franja de Gaza es como de aquí a Junín. Tiene unos 45 kilómetros de largo y el ancho varía entre los 6 y 12. Eso sí, en lugar de las últimas casas de San Martín, el aeropuerto y después las primeras de Junín, en Gaza viven poco más de un millón y medio de palestinos, la mayoría en los ocho campos de la ONU. Esto la convierte en una de las zonas más densamente pobladas del planeta con más de 4.100 habitantes por kilómetro cuadrado.
Tirar una bomba en Gaza siempre va a ser tirar también a dos niños que están armando un arquito para jugar a la pelota, a una madre embarazada, a un abuelo que se pregunta por qué, a un adolescente que se despierta enamorado, a Christine.
De un lado el mar Mediterráneo. del otro, en la frontera más larga con Israel o la pequeña con Egipto, la Franja está cercada.
Según el Derecho Internacional, la Franja de Gaza es parte del territorio palestino. Pese a esto, desde la década de 1970 el gobierno israelí intenta consolidar la ocupación militar del territorio estableciendo colonias de población civil. Entonces entre el millón y medio de árabes se instalaron 9.000 israelíes, agrupados en distintas colonias protegidas por el ejército, en especial al sur de la Franja.
Hamás es una organización palestina que busca establecer un estado islámico en la región histórica de Palestina. Para lograr este objetivo Hamás cuenta con organizaciones que desarrollan sus actividades en muy diversos ámbitos: la educación cultural y religiosa a los jóvenes a través de sus “madrasas”, la asistencia social a los palestinos más necesitados (y a las familias de sus propios miembros muertos o presos en cárceles israelíes), y la representación en las instituciones democráticas palestinas. Hamás se presentó a elecciones en 2.006 a través de la lista Cambio y Reforma y obtuvo mayoría absoluta.
Hamás considera ilegítimo al estado de Israel y el estado de Israel junto a la Unión Europea, los Estados Unidos, Japón, Canadá y Australia consideran y declararon a Hamás organización terrorista.
Hamás tiene brigadas militarmente organizadas y otras populares. La “intifada” que ataca cañones con gomeras de matar pajaritos. Pajaritos con el canto acalambrado por el ruido de las bombas y a los que sólo el zumbido de los gomerazos les recuerdan los días felices.
La Franja de Gaza es como de aquí a Junín, parecido y distinto. En el Canal Encuentro pasaron ayer un documental en el que se encontraban a jugar niños de ambos lados de este cerco. Fueron amigos en los juegos y después charlaron de sus temas. El fútbol, la escuela, los que mueren. Entonces lloraron y dejaron de ser como amigos para ser hermanitos. Había un moderador-traductor en esta charla que también lloró y eso fue todo lo que tuvo para decir. Se rompió y lloró.
La risa y las lágrimas son un idioma universal.
La infancia una patria.
Hace un tiempo escribí sobre estos “terroristas” de diez años que están debajo de los escombros, con esa mirada que les da el fósforo blanco que condena este tiempo vergonzoso. La nota dio sus vueltas (Fer también la puso de nuevo en efecto tábano) en su momento y ahora, porque la locura asesina le siguió metiendo cuerda. Por esto me escribe mi amigo Wilfredo Sandrea desde Venezuela. Dice: “tengo 52 años y 5 hijos, no me quedaría más que vivir riendo, pero así no se puede. Porque de los muchos y exquisitos placeres que da la vida, reír es tal vez de los mejores...pero así no se puede”
La infancia debería ser la patria mas sagrada de todos los niños y niñas del mundo, también de Christine la niña que murió de miedo. Fue hace pocos días en su barrio pobre de Al-Remal, ahogada bajo las bombas por séptimo día consecutivo, fue demasiado para Christine. Tenía 14 años, era estudiante de décimo grado e hija de un médico. «Murió de miedo. Desde que comenzó la guerra sintió el peligro, sufrió desórdenes neuróticos e histeria como tantos otros niños. Cuando los F-16 volvieron a disparar los misiles aquel viernes, cayó al suelo aterrorizada por el ruido. Su padre intentó ayudarla, pero no pudo. La tomó en sus brazos para intentar reanimarla en el hospital, pero murió antes de llegar». Quien lo cuenta es el sacerdote que está al frente de la iglesia del patriarcado latino de Gaza, Manawei Mussallam, íntimamente vinculado a la pequeña comunidad cristiana ortodoxa a la que pertenece la familia de Christine, a quien no se pudo dar sepultura hasta cinco días después por la locura odiosa de la guerra. Era el 7 de enero de 2.009 día de Navidad para esa fe religiosa.
El diagnóstico forense de Christine apuntó a un ataque al corazón. Su pánico insuperable habla de la pérdida terrible de otra generación de niños gazatíes, que se consumen de terror a morir asesinados mientras duermen, camino a la escuela o confundidos en inmensos desórdenes psicológicos después de ver a sus padres impotentes e incapaces de proporcionarles seguridad.
El diagnóstico es medio cierto, también podría decir que a un niño que se lo mata de miedo se le detiene el corazón.
Ya no hay nada que hacer por los al menos trescientos menores que han perecido en la Franja desde el 27 de diciembre. La tragedia son también los pequeños que todavía están vivos y su sufrimiento espantoso: «El 36% de los niños de entre 8 y 12 años y el 17 de las niñas desea morir en los ataques del Ejército de Israel». Son datos del Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza que dirige con tesón incansable el doctor Eyad al-Sarraj desde hace más de diecisiete años y durante los que ha podido documentar cómo las graves secuelas mentales acaban arrojando a los menores en brazos de los grupos armados en la edad adulta.
Niños y Niñas en la Franja de Gaza, esa Franja de tierra como de aquí a Junín poblada por más de un millón y medio de personas entre las que ya no está Christine, dibujan tanques, puestos militares, se comen las uñas, tienen pesadillas y padecen dolores de causa desconocida, llantos y episodios de introversión. Sufren traumas psicológicos. Se niegan a dormir solos y arrastran una severa incontinencia urinaria. La operación ’Invierno caliente’ lanzada por Israel en mayo aumentó un tercio el número de pacientes infantiles en los servicios de psiquiatría, donde tratan de sacarles de las escenas de muerte, de funerales, de excavadoras arrancando árboles, de niños asesinados, que martillean su imaginación.
La foto de Christine contraída y amortajada en los periódicos árabes de Israel sacudió conciencias, aunque nunca las suficientes. En el diario ’Al-Quds’, el autor palestino Sam Bahour escribe: «Nunca te conocí y sin embargo te quiero como a mi hija de tu edad. Viviste 14 años en miedo permanente. Perdón porque ni yo ni el mundo actuamos con suficiente tiempo como para darte una vida normal, una vida digna».
Rafael Urretabizkaya
Christine
Pensar que la Franja de Gaza es como de aquí a Junín. Tiene unos 45 kilómetros de largo y el ancho varía entre los 6 y 12. Eso sí, en lugar de las últimas casas de San Martín, el aeropuerto y después las primeras de Junín, en Gaza viven poco más de un millón y medio de palestinos, la mayoría en los ocho campos de la ONU. Esto la convierte en una de las zonas más densamente pobladas del planeta con más de 4.100 habitantes por kilómetro cuadrado.
Tirar una bomba en Gaza siempre va a ser tirar también a dos niños que están armando un arquito para jugar a la pelota, a una madre embarazada, a un abuelo que se pregunta por qué, a un adolescente que se despierta enamorado, a Christine.
De un lado el mar Mediterráneo. del otro, en la frontera más larga con Israel o la pequeña con Egipto, la Franja está cercada.
Según el Derecho Internacional, la Franja de Gaza es parte del territorio palestino. Pese a esto, desde la década de 1970 el gobierno israelí intenta consolidar la ocupación militar del territorio estableciendo colonias de población civil. Entonces entre el millón y medio de árabes se instalaron 9.000 israelíes, agrupados en distintas colonias protegidas por el ejército, en especial al sur de la Franja.
Hamás es una organización palestina que busca establecer un estado islámico en la región histórica de Palestina. Para lograr este objetivo Hamás cuenta con organizaciones que desarrollan sus actividades en muy diversos ámbitos: la educación cultural y religiosa a los jóvenes a través de sus “madrasas”, la asistencia social a los palestinos más necesitados (y a las familias de sus propios miembros muertos o presos en cárceles israelíes), y la representación en las instituciones democráticas palestinas. Hamás se presentó a elecciones en 2.006 a través de la lista Cambio y Reforma y obtuvo mayoría absoluta.
Hamás considera ilegítimo al estado de Israel y el estado de Israel junto a la Unión Europea, los Estados Unidos, Japón, Canadá y Australia consideran y declararon a Hamás organización terrorista.
Hamás tiene brigadas militarmente organizadas y otras populares. La “intifada” que ataca cañones con gomeras de matar pajaritos. Pajaritos con el canto acalambrado por el ruido de las bombas y a los que sólo el zumbido de los gomerazos les recuerdan los días felices.
La Franja de Gaza es como de aquí a Junín, parecido y distinto. En el Canal Encuentro pasaron ayer un documental en el que se encontraban a jugar niños de ambos lados de este cerco. Fueron amigos en los juegos y después charlaron de sus temas. El fútbol, la escuela, los que mueren. Entonces lloraron y dejaron de ser como amigos para ser hermanitos. Había un moderador-traductor en esta charla que también lloró y eso fue todo lo que tuvo para decir. Se rompió y lloró.
La risa y las lágrimas son un idioma universal.
La infancia una patria.
Hace un tiempo escribí sobre estos “terroristas” de diez años que están debajo de los escombros, con esa mirada que les da el fósforo blanco que condena este tiempo vergonzoso. La nota dio sus vueltas (Fer también la puso de nuevo en efecto tábano) en su momento y ahora, porque la locura asesina le siguió metiendo cuerda. Por esto me escribe mi amigo Wilfredo Sandrea desde Venezuela. Dice: “tengo 52 años y 5 hijos, no me quedaría más que vivir riendo, pero así no se puede. Porque de los muchos y exquisitos placeres que da la vida, reír es tal vez de los mejores...pero así no se puede”
La infancia debería ser la patria mas sagrada de todos los niños y niñas del mundo, también de Christine la niña que murió de miedo. Fue hace pocos días en su barrio pobre de Al-Remal, ahogada bajo las bombas por séptimo día consecutivo, fue demasiado para Christine. Tenía 14 años, era estudiante de décimo grado e hija de un médico. «Murió de miedo. Desde que comenzó la guerra sintió el peligro, sufrió desórdenes neuróticos e histeria como tantos otros niños. Cuando los F-16 volvieron a disparar los misiles aquel viernes, cayó al suelo aterrorizada por el ruido. Su padre intentó ayudarla, pero no pudo. La tomó en sus brazos para intentar reanimarla en el hospital, pero murió antes de llegar». Quien lo cuenta es el sacerdote que está al frente de la iglesia del patriarcado latino de Gaza, Manawei Mussallam, íntimamente vinculado a la pequeña comunidad cristiana ortodoxa a la que pertenece la familia de Christine, a quien no se pudo dar sepultura hasta cinco días después por la locura odiosa de la guerra. Era el 7 de enero de 2.009 día de Navidad para esa fe religiosa.
El diagnóstico forense de Christine apuntó a un ataque al corazón. Su pánico insuperable habla de la pérdida terrible de otra generación de niños gazatíes, que se consumen de terror a morir asesinados mientras duermen, camino a la escuela o confundidos en inmensos desórdenes psicológicos después de ver a sus padres impotentes e incapaces de proporcionarles seguridad.
El diagnóstico es medio cierto, también podría decir que a un niño que se lo mata de miedo se le detiene el corazón.
Ya no hay nada que hacer por los al menos trescientos menores que han perecido en la Franja desde el 27 de diciembre. La tragedia son también los pequeños que todavía están vivos y su sufrimiento espantoso: «El 36% de los niños de entre 8 y 12 años y el 17 de las niñas desea morir en los ataques del Ejército de Israel». Son datos del Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza que dirige con tesón incansable el doctor Eyad al-Sarraj desde hace más de diecisiete años y durante los que ha podido documentar cómo las graves secuelas mentales acaban arrojando a los menores en brazos de los grupos armados en la edad adulta.
Niños y Niñas en la Franja de Gaza, esa Franja de tierra como de aquí a Junín poblada por más de un millón y medio de personas entre las que ya no está Christine, dibujan tanques, puestos militares, se comen las uñas, tienen pesadillas y padecen dolores de causa desconocida, llantos y episodios de introversión. Sufren traumas psicológicos. Se niegan a dormir solos y arrastran una severa incontinencia urinaria. La operación ’Invierno caliente’ lanzada por Israel en mayo aumentó un tercio el número de pacientes infantiles en los servicios de psiquiatría, donde tratan de sacarles de las escenas de muerte, de funerales, de excavadoras arrancando árboles, de niños asesinados, que martillean su imaginación.
La foto de Christine contraída y amortajada en los periódicos árabes de Israel sacudió conciencias, aunque nunca las suficientes. En el diario ’Al-Quds’, el autor palestino Sam Bahour escribe: «Nunca te conocí y sin embargo te quiero como a mi hija de tu edad. Viviste 14 años en miedo permanente. Perdón porque ni yo ni el mundo actuamos con suficiente tiempo como para darte una vida normal, una vida digna».
Rafael Urretabizkaya
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