Por que somos anarquistas

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ANARQUÍA



Siempre despreciado, maldecido, nunca comprendido
Eres el terror espantoso de nuestra era.
"Naufragio de todo orden", grita la multitud,
"Eres tú y la guerra y el infinito coraje del asesinato."
Oh, deja que lloren. Para esos que nunca han buscado
La Verdad que yace detrás de la palabra ,
A ellos la definición correcta de la palabra no les fue dada.
continuarán ciegos entre los ciegos.
Pero tu, Oh palabra, tan clara, tan fuerte, tan pura,
Vos dices todo lo que yo, por meta he tomado.
Te entrego al futuro! Tú eres segura.
Cuando uno, por lo menos despertará por sí mismo .
¿Viene en la solana del atardecer? ¿En la emoción de la tempestad?
!No puedo decirlo--pero ella la tierra podrá ver!
!Soy un anarquista! Por lo que no reinaré, y tampoco reinado seré!

23 de septiembre de 2010

Rodolfo González Pacheco

Rodolfo González Pacheco
Nota publicada en Página/12 el Sábado 9 de Abril de 1994.
Cuando al dramaturgo Rodolfo González Pacheco, en la Sociedad de Actores, le preguntaron cómo se había hecho anarquista, respondió sonriente: "La culpa es de unos agitadores que disfrazados de marineros y vendedores de casimires de contrabando llegaron una tarde a la estancia de mis padres, en los primeros años de este siglo. Yo era un hijo de papá, un aprendiz de gaucho, mujeriego en los bailes de rancho y pendenciero en las reuniones de pulpería. Respetado por los gauchos que veían en mí más que al mozo guapo a un protegido de los milicos porque era hijo de estanciero. Aquellos falsos contrabandistas pidieron permiso para pernoctar, y de acuerdo con la costumbre hospitalaria de nuestra pampa, se les dio carne asada y catres para pasar la noche. Al día siguiente, cuando se fueron, uno de los peones me trajo una colección de folletos que los forasteros se habían olvidado en el galpón, repartidos estratégicamente para que se pudieran hallar después de irse... eran pensamientos de Bakunin, de Kropotkin, de Pietro Gori, de Malatesta. Al leerlos, fue la primera vez que advertí que en el mundo había algo más que las ginebras, guitarras y carreras cuadreras. Había gente que se preocupaba por sus congéneres. Y que mi vida era canallesca comparada con la nobleza y los sentimientos de esa gente...".
González Pacheco fue un aclamado hombre del teatro: conmovió a los sectores populares con sus obras Hermano lobo, Las víboras, La inundación, Hijos del pueblo. Aunque durante mucho tiempo esas obras se estrenaron en las salas céntricas, él las escribía especialmente para que se presentasen en los "cuadros filodramáticos" (teatros con los que contaban todas las sociedades de resistencia), creadas por socialistas y anarquistas.
Fue un nato sembrador de ideas. Un orador político por excelencia. Estuvo en todo el país para hablar. Habló en todas las campañas: la de Radowitzky, la de Sacco y Vanzetti, la de los mensúes, la de los mineros. Pero ante todo fue el creador de "los Carteles": eran recuadros que se publicaban en los periódicos anarquistas y donde se tomaba posición ante los acontecimientos públicos que se conocían.
Fundó el semanario La Mentira, que fundó junto al policía Federico Gutiérrez. Participó escribiendo en Germinal, en Campana Nueva, en La Batalla.
Por estar en contra de la Ley Social y la Ley de Residencia, junto a otros luchadores fue preso a Ushuaia. Pero no se amilanó, y apenas regresado a Buenos Aires fundó Libre Palabra y El Manifiesto. Poco tiempo después creará La obra, aunque durante la Semana Trágica de Yrigoyen hizo que esa obra fuera clausurada, junto con La Protesta.
Aun con las amenazas de cárcel, Pacheco creó Tribuna proletaria: durante el gobierno de alvear lo condenan a seis meses de prisión por los elogios hacia el alemán Kurt Wilckens.
En 1936 irá a defender al pueblo español contra Franco. Y en 1943 ya no pasarán sus obras en los sindicatos.
La huelga fue llevada a cabo por la Federación de Obreros de Construcciones Navales. Debajo del nombre tenía en letras grandes, la palabra autónoma, para que no hubiera dudas. Tenían su sede en Pedro de Mendoza 1915, en el corazón de la Boca. Después de trece meses de huelga, cayeron vencidos. Pero, como lo dijo el último boletín repartido en los muelles, en los diques y en las calles de Barracas y La Boca: "Sin arriar bandera". El motivo de la huelga de 1956 fue por mejor calidad de vida: horario de seis horas en lugar de ocho, para poder dedicar más tiempo a la cultura y a la familia, para gozar de la naturaleza. Fueron vencidos por los militares Aramburu y Rojas. Los marinos de guerra fueron los más insistentes en eliminar del puerto toda semilla de innovación social. El almirante Sado Bonet y el capitán de navío Patrón Laplacette, ministro de Obras Públicas e interventor de la CGT, fueron los artífices de la derrota obrera.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar

CARTELES (Rodolfo González Pacheco)




EL DICTADOR

El triunfo de este animal consiste en no permitir que se le discuta. Es, lo que es, por sus cabales. Barbariza porque puede, manda porque tiene fuerza, pega porque los otros son flojos. Y en esta zona moral, que oscila desde el matonismo raso hasta la imbecilidad cascabeleante, se identifican hermanos el dictador del soviet con el del gremio y el del imperio. Son cachorros de una misma lechigada.
Mas he aquí que donde un anarquista se alza hay siempre un dictador venido al suelo. Es matemático. Una palabra que diga, y el andamiaje de hierro se desarticula y cae. Por ello, instintivamente, a lo primero que atinan los dictadores es a que aquél les deje y se calle.
Pero esto no puede ser, compañeros. El mundo sube por horas hacia un plano de claridad y cultura. Todos queremos saber, explicarnos, ser conscientes. Los anarquistas no habían de quedar abajo en esta alzada de la vida hacia la luz. Y hablan, razonan, dan sus ideas también.
Sus ideas... ¡Cómo las temen algunos! Y el dictador más que nadie; se fortifica contra ellas hasta en la piel de los dientes, y no se da, ni con eso, por seguro. Y es valeroso y osado y fuerte, por lo común. Sería capaz de rendir un toro de un puñetazo, de atropellar un ejército con el pecho descubierto, de recoger en su pañuelo una bomba con la mecha ardiendo. Pero –¡por favor,caramba!– que no le vengan con cosas de discurrir o explicar. Es superior a todo su coraje eso.
Él es un tipo de acción, nacido para poner en orden cuanto hay revuelto. Por vaya a saber qué divinas sendas, a él le bajó la inspiración de organizar, y organiza. Y usted, en lugar de andar por ahí, charlando, lo que ha de hacer es entregarle la vida para que él se la arregle en dos patadas.
Por otra parte, ¿qué quieren?... ¿No lo ha dicho él ya mil veces?... Su mandato es transitorio: un sacrificio del que él es el primero en querer librarse. Pero, antes, dejen que triunfe la huelga, o la burguesía se doble, o el Estado se le entregue. Ya están al caer. ¡No le estorben! Sin embargo, esto es histórico: a todos los dictadores hubo que sacarlos a puntapiés, a garrotazos o a tiros de sobre su dictadura. No quieren largar más una vez que agarran. Siempre les falta un detalle, un toque de luz de genio –¡eh! ¡oh! ¡ah!– en su monumental obra.
El dictador es un pesimista de la libertad ajena. No la comprende más que a través de su libertinaje. No cree –¡qué va a creer, si él no es romántico, ni tonto, ni retardado!– que ella podría curar hasta de su locura a los locos.
Y así es, poco más o menos –o más que menos– este animal por dentro. Por fuera es su animalada: la dictadura que impone. Negra o blanca o roja.



EL POLÍTICO

Desde lo que se plasma bajo los puños hasta lo que se enciende sobre la frente, todo es pensar. Pensamiento. Trabajador, poeta o sabio, el que hace o crea es porque piensa. Y hasta ahí las cosas van bien. Pero luego viene lo otro: el comercio o el destino de esas obras o creaciones, y aquí comienza lo estúpido. En esto ya no interviene el creador, sino el parásito; no el que siempre todo lo hizo, sino el que nunca ha hecho nada: el político.
Aunque decir: no ha hecho nada, quizás sea mucho. Visto de otro ángulo, desde el que se ve lo inútil, es verdad que es un campeón pensando y haciendo todo; todo lo que puede hacerse en contra del que produce; hasta reducirlo a nada. Gracias a su obra campeona, en ningún orden o régimen cuentan el hombre de ciencia, ni el artista ni el obrero. ¿Conocéis alguna parte donde uno de éstos cuente algo?... Como no cuenten sus penas, miserias y humillaciones... Para organizar el mundo sólo cuenta él: el político.
¿Es que es un técnico?... ¡No! La técnica, aun la del crimen, es pensamiento. Es pensar. Baraje o fulmine el rayo, te arme la máquina o te desarme la vida, es la mano al servicio del cerebro. Y mi calumniado, ¡no! En cuanto a eso es un tullido; no movió un dedo jamás. Pero administra y legisla.
Desde la raíz de la tierra hasta la copa del cielo, rehenchido está el universo, como un árbol, de estas tres potentes savias: la ciencia, el arte, el trabajo. Parecería que quienes han levantado su aliento desde tan bajo a tan alto debieran saber también cómo organizar el mundo de sus relaciones físicas, morales e intelectuales. Y no; no saben. El que sabe es el político.
¿No es esto estúpido?... ¡Ah, muy estúpido! Estúpido hasta dar risa.



DELINCUENCIA

¿Son buenos los delincuentes, o son malos?... ¿Qué puede importarnos eso a nosotros, compañeros?... Esta duda, que debería plantearse el juez, y que nunca se plantea, tiene que ser superada por nosotros, absorbida en la llama pasional de nuestras vindicaciones: son víctimas.
Sin caer en sensiblerías frente a los que hacen ilegalismo, podemos afirmar que son siempre mejores que los que los castigan. ¿Tablas para valorizarlos?... Si alguna podría aplicarse, debiera ser ésta: el llamado delincuente es más humano que el vigilante, éste menos perro que el comisario, éste todavía menos bestia que su jefe y, en fin, este último nunca tan canalla como el presidente de la república o el rey del reino.
El que encarna el poder, encarna el daño. Los demás son simples grados, eslabones de una cadena que termina en una argolla que aprieta el cuello del que cayó más bajo. Éste hace el gasto de la bacanal de sangre y lágrimas en que los otros se ahitan, con su miserable vida aherrojada.
Éste es la víctima; pero no sólo de la pena que le infligen los perversos, sino también de aquellos “hombres honestos” que no han deshonrado en ellos toda la legalidad. Ésta es la palinodia que hay que cantar frente a los delincuentes. Todo puritano, aunque se diga anarquista, es en el fondo un legalitario; como toda mujer que se envanece de la castidad de su alma, es en el fondo una burguesa. Su capital de virtud, como el del burgués, de oro, está hecho de la desventura de sus hermanas; es este lodo infecto que alimenta su bella planta, la flor de su pureza delicada.
El delincuente es un despojado de su honradez; la prostituta es una desposeída de su amor virtuoso. Un anarquista frente a ellos nunca puede preguntarse si son buenos o son malos, sino atraerlos al foco de sus reivindicaciones contra los burgueses y contra las burguesas. Reparto y reparto de todo; si aquí, en el mundo de la delincuencia, faltan muchas virtudes, es porque en los que los persiguen, y, lo que es peor todavía, en los puritanos, sobran, sobran hasta corromperles el alma.
Mujer caída, befada de todos: si habría de hacerse una tabla para valorizarte, diríamos: siempre eres más humana que una virgen, como ésta es menos zorra que una monja, como ésta nunca es de sentimientos tan corrompidos como una presidenta o una reina. Es tu savia caída en el fango que nutre esas plantas. Eres una despojada. Quien toca a ti toca el despojo. Quien sea hombre tiene que ayudarte a erguirte contra las despojadoras. En verdad que debemos deshonrar muchas cosas en nosotros, si es que queremos honrar la verdadera justicia. Sin esto tampoco nunca nos comprenderán los deshonrados. ¡Menos virtudes legales; más militancia anarquista!



¡CUMPLE LA LEY!

La democracia –en el sentido político de gobernar por el pueblo– pretende hacer de la ley un símbolo máximo. Como es creyente en su dios, quiere que creas en la ley, que vivas para la ley y sin salir de la ley. ¿No te alcanza una?... Ahí van diez, o cien, o mil, y todas enderezadas a someterse a la ley. ¡Cumple la ley!
Una filosofía que no traspasa la ley es una filosofía de servidumbre. Lo legislado es deber que el hombre pierde como derecho. A este paso, si mañana, como en los tiempos de Herodes, fuera ilegal nacer macho, habría, no más, que no hacer. O esperar el verdugo.
Así estamos: con el porvenir abierto sólo a la ley, y a sus doctrinantes y aplicadores. Todo a ellos y a ella. Y nada, o cada vez menos, a la verdad por sí misma, la justicia por sí misma, la vida, en fin, por lo que está, por sí misma, es afirmación y empuje. Nada que la ley no mida, pese, calibre y promulgue. ¡Cumple la ley!
O apela. Pide a tus representantes que te reformen la ley. ¡Pide!...Y entonces en lugar de una, tendrás diez, o cien, o mil. Un plan quinquenal entero.
Hermanos: una filosofía que no traspasa la ley, es una filosofía de servidumbre. Y la democracia es eso. Yérguete contra su ley. ¡Viola la ley! Y que en ti la ley se cumpla.



PRIMERO: LA LIBERTAD

La cuestión no es alcanzar el sentido o el dominio de los complejos sociales. Ni estar al día en política o en arte, o en una o en muchas ciencias. Esas son otras cuestiones. Se puede ser elemental como un niño, o simple como un salvaje y, sin embargo, querer lo que es, en definitiva, primero siempre: la libertad. Ser libre.
El anarquista no hace caudal ni tabú del genio ni del estúpido. Ni vota a aquel ni veta a éste. Sabe que el más desvalido de luces y de coraje, lleva también en su sangre, grano germinador, un dorado ensueño: ser libre. La libertad.
La libertad... Ser libre... No sé qué de eterno y grato pasa por el corazón del hombre cuando un esclavo se yergue a decirle a su tirano: ¡Vamos a ver: la libertad aquí! Se acabó ya tu siervo: ¡ahora soy libre!
Cada vez que esto acontece, algo se agita y aflora en la humanidad. Escéptica, vieja, exhausta, siente que en alguna parte le renacen los botones de su vigor juvenil. Y es porque la libertad es una fuerza con alas: nos remece y nos remonta desde todos los abismos.
Y es bueno que deba ser conquistada, igual por el individuo que por los pueblos. Ella, como la vida, nos dice: ¡Tómame! ¡Poséeme! No me doy más que a los bravos, que me quieren y se atreven.
Los débiles se acomodan y apesebran. Y así vegetan: a poco amor, a poca dignidad, a poco pasto. Sobre estos no se reahará ni el fervor ni el carácter de la especie. Son las aguas pantanosas, sin fluir de sí, que el hombre libre debe remover con varas; valerosamente.
A no ser cursis. A no hacer una cuestión de estar al día en política o en arte, en una o en muchas ciencias. Esas son otras cuestiones. La primera es tumbar esto: la tiranía y el tirano, y cuanto impide ser libre. Primero: la libertad.


ENTREVISTA A FAMILIARES Y AMIGOS

Fue el principal agitador en la huelga teatral más grande de la historia argentina. Escritor, dramaturgo y orador. Creador del "Teatro de Ideas".



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